La trágica historia de Jim Thorpe, el atleta más grande del mundo

El indio estadounidense considerado el atleta más grande del mundo tuvo una vida trágica y conmovedora. No disfrutó ni de su propia película.

INTERNACIONALES05/11/2019

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La pregunta no es sólo si Jim Thorpe podrá descansar en paz, incluso después de su muerte, sino cómo logró encontrar la verdadera paz mientras vivía.

Thorpe, el indio nativo americano de una zona rural de Oklahoma, quien en los primeros años del siglo XX se convirtió en el principal atleta del mundo, murió en 1953. Regresó a las noticias porque uno de sus hijos, Jack Thorpe, de 73 años de edad, está librando una batalla legal para que el cuerpo de su padre sea removido de su lugar de entierro, en Pensilvania, y sea enviado de vuelta a Oklahoma.

Jim Thorpe está enterrado en el pueblo de Jim Thorpe, Pensilvania, y la forma en la que esto ocurrió es toda una historia.

Thorpe, hijo de un herrero indio en la región de Sac y Fox en Oklahoma, creció con una habilidad para los deportes tan impresionante que el alcance de sus logros cautivó al mundo entero. Ganó dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1912, en decatlón y pentatlón. Era una estrella del fútbol americano profesional y miembro del Salón de la Fama. Jugó beisbol en las ligas mayores durante seis temporadas.

En los Juegos Olímpicos de 1912 Jim representaba a los Estados Unidos en atletismo. En la mañana de sus competencias, le robaron sus zapatos. Afortunadamente, terminó encontrando dos zapatos en un bote de basura. 

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Pero uno de los zapatos era demasiado grande, por lo que tuvo que usar un calcetín extra. Con estos zapatos, Jim ganó dos medallas de oro ese día. 

Su corazón se rompió después de que los periódicos informaran que antes de ir a los juegos olímpicos había recibido pequeñas cantidades de dinero para jugar beisbol semi-profesional.

Hoy, la idea de que los atletas profesionales compitan en los olímpicos no es ninguna sorpresa; piensen en todos los jugadores de la NBA que forman parte del equipo olímpico de Estados Unidos, o de los jugadores de la NHL (Hockey) que han participado en juegos olímpicos.

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Pero en aquel entonces, se asumía la pureza de la idea de la afición, y Thorpe se avergonzó cuando le fueron retiradas sus medallas olímpicas y cuando sus logros fueron minimizados. Las medallas fueron regresadas en 1983, 30 años después de que él pudiera enterarse del suceso.

Su vida después de los deportes fue dura. Atrapado en el alcoholismo, murió en una casa rodante en California a sus 64 años de edad, en 1953. Varias comunidades en todo el país se ofrecieron a realizar su entierro y crear un monumento, con la idea de atraer turismo.

Los pueblos de Pensilvania de Mauch Chunk y East Mauch Chunk hicieron las ofertas más atractivas a la tercera esposa de Thorpe, Patricia. Si ellos pudieran tener el cuerpo del atleta más grande del mundo, podrían cambiar el nombre de su pueblo; es por eso que, por más de medio siglo, Thorpe ha estado enterrado en Jim Thorpe.


Tuvo ocho hijos. Conocí a uno de ellos, a su hija Grace, cuando tenía 70 años. Ya murió, pero algunas de las cosas que me dijo sobre su difunto padre se quedaron conmigo, pues muestran a un hombre decente que parecía estar perdido en una tormenta eterna de enorme fama y gran confusión.

"Cuando mi papá ya estaba muy grande para jugar deportes, tenía que vivir de algo”, dijo. “No tenía dinero, y no había nada de pensiones ni beneficios. Él no sabía qué hacer. Cuando tenía alrededor de 40 años, tomó un empleo en California, cavando zanjas. Él no me decía mucho al respecto; cavaba zanjas porque tenía que ganar dinero”.

Su vida, que en alguna ocasión fue alabada por presidentes y reyes por sus habilidades deportivas, se volvió casi una lucha constante. Su hija percibió que su padre se lamentaba en silencio por el hecho de que le retiraran sus medallas. “Creo que estaba amargado, pero en realidad no lo sé porque no hablaba mucho sobre nada, ni de cosas buenas ni malas”.

Pero su lucha contra el alcohol también la marcó. “Siempre fue muy gentil. Cuando yo era pequeña, no comprendía qué tan buen atleta era, pero sé que era una persona gentil. Me enseñó a bailar, me cargó y me enseñó a bailar”.

Pero después, dice su hija, llegaba a casa luego de haber bebido y ya no era tan gentil. Decía groserías y caminaba tambaleándose, y para su hija era muy triste ver eso.

Si el cuerpo de Thorpe es sacado de su lugar de descanso en Pensilvania para llevarlo a Oklahoma o permanece ahí, es algo que deberá decidirse en la Corte. Es otro acto de melancolía en la alguna vez gloriosa vida de un hombre que quedó atormentado por su propio destino.

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Grace Thorpe contó uno de los últimos días que pasó con su padre. Ella vivía en el pequeño pueblo de Pearl River, Nueva York, cerca de la frontera con Nueva Jersey, y en 1951 su padre fue a visitarla.

"Se quedó conmigo; tenía que ir a Nueva York a algo, y yo lo llevé a la parada del camión”, dijo. “En Pearl River, la parada del camión estaba debajo de la marquesina del cine. Años antes, cuando necesitaba dinero, mi papá vendió los derechos para la creación de una película sobre su vida a Warner Brothers.

Sólo le habían pagado 1,500 dólares por eso. En 1951, mi papá tenía 63 años, y la película acababa de salir.

Fue protagonizada por Burt Lancaster, y ese día se proyectaba en el cine de Pearl River. Mi papá estaba parado bajo la marquesina, que mostraba el título de la película: Jim Thorpe, All-American. Lo dejé en la parada del camión y miré hacia atrás: él se quedó ahí, parado, cargando la maleta que siempre cargaba. Se quedó ahí, en silencio, esperando el camión”.



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