EL HOMBRE DEL MEGÁFONO

Si frecuentas la capital de la provincia, seguramente lo viste en su Bici con banderas y megáfono por costanera o boulevares. Conocé su historia

REGIONALES 26/03/2019 Aire de Santa Fe

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Por Mavi Martínez Sichar La historia de un particular y reconocido ciudadano santafesino muchas veces visto y pocas veces escuchado.

¿Qué prefiere hacer un santafesino un miércoles por la tarde, cuando hacen 25° y el cielo no podría verse mejor? Saúl no lo duda. Se calza el atuendo de glifosato, agarra la bicicleta con sumo cuidado para no romper el megáfono atado a ella, la bandera de La Causa y la pala, símbolo de la construcción de la huerta propia.

Sale de su casa en zona sur y se dirige hacia Boulevard Pellegrini. En el camino suenan bocinas, risotadas, gritos de aliento y algún que otro insulto. Pero Saúl, a sus 59 años, está convencido de su mensaje. ¿Cuál es el motor de su activismo?, ¿estamos perdiéndonos de algo que deberíamos saber?, ¿quién es este singular personaje de la ciudad y qué hay detrás de él? Todos nos hemos formulado preguntas semejantes.

Él se autodefine como “activista por La Causa”. El movimiento está integrado por tres consignas principales o “los tres temas más desatendidos de la historia humana”, como Saúl prefiere llamarlos: la alimentación consciente, el respeto por la vida de todos los animales (veganismo) y la protección de la naturaleza.

Movimiento, entendido como una agrupación activa, movilizada y movilizante. Pero lo cierto es que el único activista callejero en La Causa es Saúl Perman. Sin embargo, él no pretende forzar a seguir su metodología. “Creo que es un proceso individual. Cada uno tiene que hacer lo que sienta y cómo le resuene la consigna”, repite constantemente. Es que La Causa es “el camino de salvación para la Argentina y para todo el mundo”, sostiene Saúl como una suerte de pastor religioso.

En pleno Boulevard, luce su traje de glifosato, porque hoy su activismo se vuelca en la alimentación y la naturaleza, como antes fue el veganismo. “No se mañana en qué temática voy a profundizar, no sé bien qué voy a hacer exactamente”, dice mientras en pleno Boulevard, se escuchan bocinas dirigidas hacia él. Algunos escupen palabras descalificantes, aunque son los menos. Su atuendo no pasa desapercibido. Entonces, todo sale como lo planeó Saúl. “La idea es llamar la atención. Hay risas, hay insultos…pero cada vez hay más aprobaciones, palabras de aliento hacia mi y La Causa”, asegura. No le teme al ridículo. “Realmente no me importa porque yo sé la validez del mensaje”, afirma convencido de la idea que lo moviliza. Incluso se ha topado con profesionales de la salud durante su activismo en Rosario, Buenos Aires y Paraná, quienes mostraron interés en La Causa.

El por qué de su causa
Los jardines comienzan a florecer cada 21 de septiembre. Porque en todo camino hay un casillero de partida, una fecha, un hecho, un paradigma. Para Saúl, la primavera empezó el 23 de noviembre de 2014, dos semanas después del fallecimiento de su madre. Lo recuerda con una memoria envidiable. “A los dos domingos sentí que tenía que salir a la calle a difundir los basamentos de la alimentación consciente”. Es que los últimos años junto a su madre, no fueron nada fáciles. La artrosis la consumía en intensos dolores. “Esa fue la gota que rebalsó el vaso”. Aunque también influyó la necesidad de revertir su estado de salud. En 2012, Saúl fue diagnosticado con una enfermedad autoinmune muy severa, como es la artritis psoriásica, y que gracias a los cambios de alimentación, logró revertir. “Todas las enfermedades tienen su base en los malos hábitos alimentarios. El ser humano está diseñado para consumir frutas, verduras y semillas, preferentemente, orgánicas y crudas. Toda otra comida es tóxica, adictiva y desvitalizante”, sostiene.

Desde la primavera de Saúl, cada día se convierte en un nuevo territorio por conquistar, o mejor dicho, por concientizar. “Algo o mucho de mi speech influye en la gente. En el fondo saben que el retorno a la naturaleza es la solución”. No se trata de primitivismo, sino de un regreso consciente. Sin embargo, llegar a entender esto implica una crítica personal y voluntad para cambiar de dirección. “Es una cuestión de evolución, de proceso, de tiempo; hay que dejar que transcurra libremente”, asegura. Es que lo que está en juego es nada más y nada menos que “el equilibrio de la biosfera”.

En pleno Boulevard Pellegrini y 25 de mayo, entre los ruidos del tránsito y las voces de los peatones se alcanza a escuchar un “¡vayan a laburar!” con intenciones de hacerlo llegar a Saúl y el fotógrafo que lo acompaña. El hombre con traje de glifosato no hace oídos sordos. “Eso me lo dicen bastante”, reconoce. “Pasa que me relacionan con el activismo político de gente que es bastante vaga, como los partidos de izquierda”, argumenta. Contrariamente a lo que muchos santafesinos creen, Saúl es viajante de comercio desde hace treinta años. Por la mañana se aboca a las tareas de comerciante mientras que por la tarde aprovecha para hacer lo que más lo reconforta: estar en la calle, hacer llegar un mensaje. “A veces dispongo de mi tiempo con mucha libertad”, asegura. Pero lo distribuye al revés de la mayoría de los trabajadores: el tiempo libre lo dedica al trabajo.

“D” por “A”
Hoy la bandera de Saúl alza una A mayúscula. “Simboliza el anarquismo pacifista”, explica. Es que La Causa “está en contra de todos los partidos políticos del mundo”. Ni siquiera comparte basamentos con la democracia ni con el partido ecologista. La Causa es anarquía pacifista, es decir, una visión social y económica basada en los principios del movimiento anarquista pero rechazando toda instancia violenta.

No obstante, la consigna cambiará pronto, promete Saúl. La bandera que lleva atada a su bicicleta será reemplazada por una que alce una letra, la D mayúscula. Significa “Decrecimiento”. La mayoría de los espacios políticos promueven el crecimiento. Pero Saúl, al igual que el economista Georgescu-Roegen, creador de dicha teoría, sostiene que la solución está en la disminución del consumo y el retorno a la huerta, a la naturaleza. Es lo que propone la corriente del decrecimiento: la baja de la producción para restablecer el equilibrio de la humanidad con la naturaleza.

El convencimiento de Saúl es tan fuerte que no entiende de pereza, de frustración o de cansancio. Tampoco entiende de soledad, porque pese a que su activismo es solitario, está seguro de que el mundo camina indefectiblemente hacia la naturaleza. Su hijo de 25 años todavía no lo comprende, ignora el activismo de su padre. Pero Saúl sabe que la toma de conciencia es un proceso personal y lo respeta. Y nosotros, ¿seguiremos siendo indiferentes o es un buen momento para darle lugar a nuestra primavera?.



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