Una médica de Las Colonias fue premiada en Europa

María Victoria Rabellino presentó un ensayo sobre patologización y medicalización de las infancias y se quedó con el primer premio internacional Betty Garma en España.

INTERNACIONALES06/04/2023

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Poco se sabe sobre Elizabeth Goode "Betty" Garma. Sin embargo, en España dan un premio con su nombre a los mejores trabajos de clínica psicoanalítica sobre infancias. Y esta vez el galardón quedó en manos de una psicoanalista y profesora de 30 años, de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Se trata de María Victoria Rabellino, quien participó de este primer premio internacional con un ensayo en el que articuló un caso clínico con un aporte crítico en torno a dos ejes que atraviesan los debates contemporáneos: "la patologización y la medicalización de niños y niñas".

Rabellino actualmente vive en San Carlos Centro, donde realiza clínica psicoanalítica con niños, niñas y adolescentes que también extiende a la localidad de Gálvez. Cursa su tesis de maestría y es becaria en el proyecto de investigación dirigido por Ana Bloj bajo el título “Trayectorias y errancias: los adolescentes en los bordes/fronteras de lo escolar” y ha participado como colaboradora de un proyecto de investigación dirigido por Silvia Alucin con estudiantes secundarios de Rosario sobre "Recepción de políticas educativas y estrategias institucionales de inclusión socioeducativa". Tras ganar el premio habló desde Madrid con La Capital y reconoció que "el psicoanálisis infantil es la clínica de lo singular, donde no hay recetas predeterminadas ni tampoco una guía de pasos a seguir, sino que es en cada encuentro y con cada niño nos sumergimos en la aventura de descubrir y construir junto con ellos y con sus padres una historia singular, haciéndonos responsables de que aquello que está en juego es el sufrimiento humano" y en ese sentido afirma: "entendemos que hoy en día el psicoanálisis es para todas las clases sociales".

El diario La Capital de Rosario le realizó la siguiente entrevista:

¿Por qué elige abordar las problemáticas infantiles desde el psicoanálisis tan cuestionado por las neurociencias y varias terapias?

Porque desde allí sostengo mi posicionamiento teórico-clínico. La ética del psicoanálisis paras mí es de gran relevancia porque se detiene ante las preguntas que convocan a la singularidad, tanto como a la historia libidinal y al contexto social de un niño, un adolescente o un adulto que sufre, en esta época tan vertiginosa que impera con un ritmo acelerado que busca silenciar o normalizar y normativizar aquello que no anda. Además, si hay algo que especifica esta práctica clínica psicoanalítica es que no existe una receta técnica, sino que es la agudización de lo diferencial y lo singular de cada caso. Y particularmente me interesa trabajar con niños, niñas y adolescentes porque me da placer. Como dijo Silvia Bleichmar con su brillante lucidez "además de descubrir que es un campo extraordinario de investigación y un campo privilegiado para estudiar la constitución del sujeto, es un enorme placer trabajar con niños”. Es éticamente fundamental en esta época ofrecer un tiempo y un espacio, que sea cálido y amoroso, para escuchar a los niños.

En su trabajo abordó la patologización y la medicalización de niños y niñas. ¿Por qué?

Porque una de problemáticas con la cual nos enfrentamos en nuestra época actual, más allá de las dificultades que puedan manifestar los niños, es la gravedad cuestión que se asocia con los modos de clasificar o etiquetar los comportamientos o conductas “desajustadas” que parecen dignas de culminar en un diagnóstico a modo de rótulo al que se suman una batería sin fin de terapias, obviamente no del psicoanálisis, que persiguen el afán de rehabilitar, reeducar, normativizar aquello que no encaja, por lo tanto incrementan la problemática de la patologización y medicalización de las infancias. Este trabajo, entonces fue una oportunidad de humanizar y ofrecer una escucha psicoanalítica, de calidad amorosa, que aloje el sufrimiento del niño que se ha puesto de manifiesto en su comportamiento y para ello me he sostenido de una pregunta clave: ¿qué le pasa al niño? Además, traté de revalorizar el espacio para el trabajo clínico con los padres, revisando la noción de contingencia respecto a los primeros tiempos de encuentros y desencuentros con el recién nacido. Y desde allí pensé la importancia en los avatares que pueden ocurrir en el devenir de la constitución psíquica del niño.

La medicalización y patologización tampoco deja ajenos a los adultos, ¿no?

Claro que no, es una de las problemáticas que nos atraviesa en la actualidad. Hoy en día la tentación de la solución del medicamento obedece a una ilusión. Es decir, “ilusoriamente”, con el medicamento se espera asegurar la calma de la ansiedad, vivir sin angustia, poder dormir, aliviar la tristeza y el decaimiento. Así, el conflicto puede no expresarse, no manifestarse y entonces no verse, pero no desaparece. Nuestra responsabilidad como psicoanalistas es generar movimientos de salud y salud mental donde el medicamento sea solo una parte indispensable que se administre en sus dosis mínimas y por razones válidas. Por ello, comprendemos que nuestro compromiso ético es subrayar la diferencia entre el empleo criterioso y el uso no-médico de un medicamento. Por un lado, consideramos que un medicamento puede emplearse justificadamente como estrategia de intervención ante un sufrimiento impaliable y de ese modo promover un despliegue de producción subjetiva. Así, consideramos la posibilidad de un medicamento como estrategia de intervención para abrir las dimensiones del conflicto y así posibilitar que éste se exprese en el pensamiento y habilitar que circulen las palabras. Mientras que, por otro lado, consideramos el uso extensivo, no-médico y consumista, cuando un medicamento actúa en sentido contrario: taponando, silenciando las palabras. Es decir, nos resistimos fehacientemente cuando la oferta del medicamento es a la vez un ofrecimiento de desubjetivar el conflicto, atribuyendo su presencia a causas solamente biológicas. Es decir, lo que hablaba por el niño a través de su síntoma, queda anulado, silenciado. Y como sabemos desde nuestra lectura psicoanalítica, lo fundamental es no silenciar al niño.

¿Qué ve hoy como problemática repetida en las infancias? ¿No hay demasiados diagnósticas de autismo y déficit atencional?

Si bien en nuestro trabajo clínico con los niños existen algunos observables que pueden preocuparnos, es importante tener en cuenta que son indicadores e indicios que nos abren preguntas. Por eso, nuestra premisa parte de detectar dificultades para poder descubrir qué es lo que ese niño tiene para decir o bien qué conflictos está manifestando. Por el contrario, determinar por la simple observación de conductas, la repuesta de una serie de test o cuestionarios estandarizados que un niño o una niña es “TEA” o “TDAH” es no entender la vida en su sentido dinámico, tanto como confundir consecuencias observables con múltiples y diversas causas que subyacen a un malestar subjetivo. Es desatender la historia libidinal y el contexto social de ese niño y despojarlo de su subjetividad como ser singular, único e irrepetible.

¿Los chicos son síntomas de sus adultos?

Las manifestaciones sintomáticas y el sufrimiento de los niños puede tener múltiples y diversas causas. Ellos encontrarán distintos modos para expresarse, ya que no siempre pueden exteriorizar a través de la palabra. Si pensamos cómo es la relación entre el niño y el adulto entendemos que es una relación de asimetría simbólica. Asimetría de saber y poder entre el niño y el adulto, lo cual le impone e imprime al adulto la función de la responsabilidad. Por ejemplo, desde codificar el llanto del bebé en un mensaje al que hay que responder hasta la transmisión de la ley mediante rutinas, reglas, normas y legalidades. En otras palabras, entendemos dicha relación en términos de asimetría protectora. En tal sentido es que el primer derecho que tiene el niño es el de una asimetría protectora y amorosa por parte de los adultos cuidadores. Por lo tanto, si esta asimetría cae es posible que tenga algunas consecuencias en el devenir subjetivo del niño.

¿Qué diferencia hay entre el psicoanálisis infantil y las otras terapias al momento de la clínica?

El psicoanálisis infantil es la clínica de lo singular, donde no hay recetas predeterminadas ni tampoco una guía de pasos a seguir, sino que es en cada encuentro y con cada niño que nos sumergimos en la aventura de descubrir y construir junto con ellos y con sus padres una historia singular, haciéndonos responsables de que aquello que está en juego es el sufrimiento humano. Por ello, la posición ética de escuchar ese sufrimiento va a estar sujeta a un recorrido que incluye necesariamente cuestionarnos la práctica cotidiana y el saber teórico. En palabras de Beatriz Janin, “lo que define que una intervención sea psicoanalítica no tiene que ver con cuestiones formales, sino con los conceptos con los que analicemos lo que ocurre”. En tal sentido es que entendemos que hoy en día el psicoanálisis es para todas las clases sociales. De hecho, mis primeras experiencias y práctica clínica psicoanalítica ha sido en el marco de una pasantía ad honorem en la unidad de enseñanza práctica del Instituto Universitario Italiano de Rosario, precisamente en el Centro Educativo Asistencial “El Hogar” donde se brinda atención gratuita de psicología, fonoaudiología y psicopedagogía desde el marco teórico y clínico del psicoanálisis, a niñas y niños de los 0 a los 12 años.

¿Los adultos hoy día tenemos menos paciencia, menos capacidad de escucha, menos posibilidades de criar a los niños?

Para escuchar a un niño o una niña nos compromete la tarea de implicarnos desde una lógica diferente a la de los adultos. Escuchar a un niño es entender un lenguaje que no solamente lo que se dice es con palabras; también es un lenguaje de gestos, miradas, silencios, actos, dibujos, juegos. En este sentido, para escuchar a un niño es fundamental reconocerlo como sujeto en vías de constitución, como alguien que puede ser, decir y hacer sobre sí mismo. Por ello, es necesario que como adultos podamos ofrecerle tiempo, tiempo no apurado, como dice María Elena Walsh. En este sentido, la cuestión será no culpabilizar a los adultos por su capacidad de paciencia o su intolerancia para escuchar a los niños, sino que la clave está en replantearnos y cuestionarnos sobre los ritmos y los tiempos a máxima velocidad que operan en nuestra época, previstos por los imperativos neoliberales que nos empujan a la vorágine e inmediatez constante.

¿Cada vez los padres postergan más la paternidad y la maternidad esto influye en la vida psíquica de los niños de hoy?

Lo que influye en los niños, entre tantas otras cuestiones y aspectos, es la situación de encuentro-desencuentro en los primeros tiempos de vida con los adultos que encarnan el deseo del Otro en sus funciones maparentales. Sin embargo, como bien planteo en el trabajo presentado para el Premio Betty Garma de Psicoanálisis infantil, conviene revisar la noción de contingencia respecto a dichos primeros tiempos, ya que lo que allí ocurra será de influir en el devenir subjetivo de los niños.



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