"HASTA 2 AÑOS DE LUTO" LAS COSTUMBRES PERDIDAS DE LAS PRIMERAS FAMILIAS DE LAS COLONIAS

Repasamos cómo eran los días de luto para una familia de principios de siglo XX a la hora de fallecer un ser querido en nuestra región. Costumbres ya perdidas que revalorizamos en este informe especial de INFO Mercury

REGIONALES25/09/2025EditorialEditorial

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En tiempos pasados, hablamos de 100 años atrás, en nuestro Departamento Las Colonias, la muerte de un familiar imponía un riguroso período de luto que condicionaba la vida social y familiar. Para los parientes más cercanos, la obligación se extendía durante dos años; mientras que para sobrinos y nietos, el luto debía cumplirse por seis meses.

Las mujeres se vestían completamente de negro, mientras que los hombres utilizaban un brazalete oscuro en el brazo izquierdo, corbata y un distintivo en la solapa del saco o la camisa, además de una tirilla de género negro en una esquina del pañuelo de mano. Incluso se recurría a una anilina de marca Colibrí para teñir las prendas, desde la vestimenta formal hasta la ropa interior.

488877565_4146762068876951_8622653326997481173_nFoto original de la digitalizada en portada de esta nota. Corresponde a un funeral en Pilar de la familia de Lorenzo Beltramino

Durante ese tiempo, hasta la radio debía cubrirse con un velo negro, ya que escucharla se consideraba una falta de respeto hacia el difunto. Tampoco se asistía a reuniones festivas, lo que obligaba en ocasiones a suspender bailes debido a la cantidad de personas que se encontraban cumpliendo con el luto.

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Familia de Johann Hang - Susana Mühn Maurer de San Jerónimo Norte. Junto a sus hijos

Los velorios, que se realizaban en la casa del fallecido y se extendían al menos por veinticuatro horas —o hasta cuarenta y ocho si la muerte había sido repentina—, eran instancias donde, además de despedir al ser querido, solían limarse asperezas familiares e incluso producirse reconciliaciones. Sin embargo, una vez transcurridos los primeros meses, quienes no estaban obligados a los dos años de luto comenzaban a reincorporarse a los bailes, lo que en ocasiones generaba nuevos conflictos, especialmente cuando surgían romances inesperados.

La invitación al velorio se hacía casa por casa mediante tarjetas rectangulares de unos veinte por diez centímetros, con un borde negro, donde se consignaban los datos del difunto, sus familiares directos, el lugar del velatorio y la hora del sepelio.

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Cumplido el plazo, el cortejo partía hacia la iglesia, donde se celebraba la misa de cuerpo presente, y luego continuaba hacia el cementerio. El traslado se realizaba en carruajes especiales, tirados por caballos negros. Según la importancia económica del difunto y lo que la familia podía pagar por el servicio, el número de caballos aumentaba: podían ser dos, cuatro y hasta seis. El conductor, vestido íntegramente de negro, con moño y galera, encabezaba el cortejo acompañado de ayudantes que guiaban el paso de los animales, mientras los asistentes caminaban detrás del carruaje fúnebre.

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Entierro realizado por la empresa funeraria Meyer . (Aproximadamente año 1930). Autor desconocido. Colección Familia Meyer.

A principios del siglo XX, las pompas fúnebres se consolidaron como un negocio en crecimiento. Las empresas del rubro ofrecían un conjunto de servicios que incluían el transporte del difunto en carrozas ornamentadas, la preparación del cuerpo, la decoración del velorio con flores y cintas negras, y la realización de funerales en iglesias. La figura del empresario funerario, muchas veces ebanista o fabricante de muebles, resultaba clave en la organización del evento, que con el tiempo se fue profesionalizando.

datos complementarios:

En Esperanza la herrería de Francisco Muller fue la primera en construir sus propios carruajes, los cuales durante muchos años utilizaron en esa ciudad y hacia toda la región como servicio fúnebre. 
 
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Publicidad Periódico La Unión. Año 1895
 
En Pilar, según el Diario El Campo de 1926, para la época llegaron a haber 5 Pompas Fúnebres: Bernardo Barberis, 
Manelli Hermanos, José Meyer, Celestino Yori y Andres Olivero, quedando hasta hoy en día la de éste último como única, adminsitrada por sus descendientes. 

fuentes consultadas:
Libro "Recuerdos de Santa María Norte" - Redes de Museos de la Colonia de Esperanza y Humboldt - Redes Museo de Pilar - Redes Sociales Esperanza en Blanco y Negro 
 
 



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